A raíz de la epidemia de COVID-19 que está afectando al mundo y que parece tener un crecimiento incontrolable, equipos de científicos de todas partes del mundo están desarrollando investigaciones sobre los efectos del virus en particular y sobre las características de la vida misma.

Uno de estos minuciosos estudios ha revelado una verdad incómoda: hagamos lo que hagamos, tarde o temprano todos vamos a morir. Seamos ricos, pobres, de clase media o hayamos renunciado a las posesiones materiales, en algún momento de nuestro paso por el mundo, llegará el final y no hay nada que podamos hacer al respecto.

Según declaraciones oficiales, las causas de la muerte pueden ser de lo más variadas: puede ser por un ataque al corazón, resultado de mala alimentación, poco ejercicio y mucho stress; o puede uno morirse por un accidente en el cual un vehículo lo choque tan fuerte como para destruir órganos vitales. Inclusive puede uno morirse de muerte súbita, sin ninguna causa aparente.

Los equipos de investigación trabajan de sol a sol como para poder desarrollar maneras por las cuales la gente deje de morirse de una vez por todas, pero el horizonte parecería estar lejos.